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Cambiar la capital de Ecuador ¿La mejor opción para salvar a Quito del colapso?

Las recientes medidas municipales, que han permitido la libre circulación de todas las placas de automotores en la capital durante los días laborales, han expuesto el problema latente que encara la ciudad frente al crecimiento hipertrófico del parque automotor. Descargar a la ciudad de sus responsabilidades como centro político y de la administración pública nacional surge como una de las ideas para salvar a Quito frente a un colapso avizorado.

La primera reacción de Roberto Toaza, taxista capitalino con más de 25 años de experiencia frente al volante, es de un asombro que bordea el enfado —¿Cómo que cambiar la capital, si somos Luz de América, carita de Dios? —reclama con ceño fruncido.

Sin embargo, el chofer es el primero en admitir cómo el tráfico de los días pasados ha complicado en buena medida su trabajo. “Me contrataron para un viaje a Cuenca, pero tanto salir como reingresar a la ciudad fue desesperante. Circular era imposible, aunque salí temprano para cumplir con el toque de queda estuvimos parados bastante tiempo, casi no llego.”

Quito es una ciudad elongada, una enorme banana que por esa condición debería tener resuelta la circulación norte-sur, pero no ocurre así. Amurallada por montañas, su topografía determinó que en la etapa de mayor desarrollo, a partir del boom petrolero de los 70, la urbe crezca rellenando quebradas y trepando colinas.

Ello aunado a una deficiente planificación urbana, determinó que sus calles sean una maraña de intersecciones y curvas innecesarias, incluso en las planicies. Hoy además Quito cuenta con una población que bordea los 3 millones de habitantes, y conforme ha crecido demográficamente lo ha hecho a la par su parque automotor. En la ciudad circulan nada menos que 465.908 vehículos, lo que equivale a 0,16 autos por habitante. Es además la ciudad con la peor ratio entre distancia y velocidad del país.

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Ante esta situación las medidas sancionadas por el cabildo capitalino como “Pico y Placa”, y luego “Hoy no Circula”, empiezan a mostrarse como parches frente a la enorme cantidad de autos que año a año entran en circulación. Por ejemplo, la AEADE ha reportado que en abril 2021, el mercado automotriz estuvo cercano a recuperar la fortaleza de la venta pre-pandemia, registrando un incremento del 1034% respecto al mismo mes del 2020.

Estas dinámicas ciertamente afectan al conductor particular como al profesional. “Para nosotros, los autos a gasolina son cada vez alternativas menos rentables —Explica Toaza— primero porque el precio de los combustibles sigue subiendo, pero también porque en Quito son más largos los ratos que el carro pasa parado. Carreras que antes hacíamos en, diga 15 o 20 minutos, hoy según la hora pueden tomarnos hasta 2 horas, mucho de lo que es tiempo muerto: en el tráfico, el motor prendido, quemando combustible, pero sin avanzar, y cuando llueve mejor ni le cuento…”

—Entonces, ¿qué han pensado? “En la cooperativa hemos evaluado hacer el esfuerzo y adquirir taxis eléctricos, como los que tienen en Guayaquil y Loja, pero aquí el problema es más grave, no es sólo de financiamiento porque, aunque nosotros reemplacemos los carros, la congestión se sigue agravando. Son costos que no podemos trasladar a los pasajeros porque a la larga disminuye el interés de la gente por utilizar el servicio” —concluye Toaza.

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Para el politólogo quiteño, Juan Francisco Camino, catedrático de la Universidad Los hemisferios, una de las opciones que podrían tratarse para atender esta problemática, no puede depender nuevamente de medidas remediales, que traten de persuadir al ciudadano de no salir. “Necesitamos alternativas más serias y creativas. Proponer que el país cambie de capital es una discusión que debe abrirse.”

La historia de las naciones que por diversas razones han trasladado su centro político no es antigua ni lejana, enseña Camino. Entre los países que lo han hecho consta la República Federal Alemana, que en 1990 trasladó su sede a la capital del Estado reunificado en Berlín. Un huracán que en 1970 devastó la capital de las Honduras Británicas, hoy Belize, marcó la reubicación a Belmopán. Mientras que este año Indonesia anunció que retirará la sede del Estado de Yakarta, una metrópoli de 10 millones de habitantes, en favor de una nueva ciudad a construirse a 1.000 km de distancia, a partir de 2024.

En América Latina el ejemplo más conocido es Brasilia. “Es una ciudad construida de la nada para albergar al gobierno, con los imponentes edificios del arquitecto modernista Oscar Niemeyer —explica el politólogo— Su propósito fue alivianar a la saturada capital Río de Janeiro, atestada por problemas urbanos, hacinamiento, daño ecológico, atascos y a la vez desconcentrar la inversión que por razones centralistas empezaba a ubicarse en el sureste del país. Suena parecido a lo que vivimos en Quito, ¿verdad?”

La razonabilidad de esta propuesta reside en que Quito es ya una ciudad grande y productivamente madura, por lo que trasladar fuera al aparato burocrático, no tendría un mayor efecto económico. De hecho, durante el gobierno de Correa se habló de sacar la residencia presidencial del centro histórico, y se relocalizaron a las provincias algunas dependencias del ejecutivo, pero estos planes no prosperaron. “Son medidas parciales, lo adecuado sería trasladar íntegramente a las funciones del Estado, con sus burócratas, a un nuevo distrito.”

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—Pero si se decantara por esta opción ¿Qué debería pasar? “Lo primero sería realizar estudios en profundidad para abordar costos y necesidades para operativizar una nueva capital para el Ecuador. De momento, la idea es apenas eso, una idea. Pero la situación urbanística de Quito permite afirmar con seguridad que el cambio sería más barato que continuar por el derrotero que en pocos años colapsará la ciudad. Luego vendría lo más simple que es el proceso formal que implica una reforma constitucional” —señala el catedrático.

—¿Dónde podría estar ubicada esta nueva capital? “En principio la ventaja de estos movimientos es que abren una opción de desarrollo a zonas relegadas. De un lado, instalar la capital en el oriente sería ideal, aunque reparos ambientales y geopolíticos podrían señalarse. Otra alternativa sería buscar un sitio en el centro del país que cuente con rápidas comunicaciones a todos los puntos del territorio, y ya tenga una infraestructura base, de modo que no sea tan costoso como empezar de cero. Guaranda serían mi primera respuesta, aunque no descartaría algún lugar en Los Ríos, Chimborazo o Cañar.”

Como fuere, para el académico no se trata de endosar los problemas de tráfico y contaminación de Quito a alguien más. “Al contrario, la nueva capital debería ser un símbolo tanto de unidad nacional, como de una visión renovada sobre la convivencia urbana, similar a lo que Niemeyer hizo en su momento.” Por lo que antela que, “todo el esfuerzo sería inútil si, como parte de tal ambición, no se concibiera desde el inicio un sistema de movilidad eléctrico sustentable para el sector público, y los funcionarios de la nueva capital.”

No obstante, es claro que evaluar mover la sede del Estado, es una alternativa que pocos tendrían el coraje de asumir. “Hoy tenemos una clase política venida a menos, sin decisión ni programa, y que en el mejor de los casos actúa según encuestas. En vez de formular planes para brindar salidas a la ciudad, es posible que la idea quede relegada frente a la preocupación de herir sensibilidades idiosincráticas de los quiteños.” Pero este finalmente no fue el caso de Roberto Toaza, quien luego de escuchar algunas de las razones contenidas en este artículo señala, “Ahora que lo menciona, pues ya no me suena tan mal…”

Roberto Toaza, Taxista
Juan Francisco Camino, Politólogo

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